Nos asusta y nos hace sentir incómodos la idea de realizar un trabajo profundo de sanación emocional. Nos da miedo volver a sacar a la luz cosas dolorosas antiguas, que quizás, pudieran abrumarnos.
Continuamos con el resúmen del libro “Los cuatro niveles de la sanación” de Shackti Gawain, parte 2
Cómo sanar el nivel emocional parte 1
Pero muchos nos quedamos atascados al nivel en que debe tener lugar la sanación emocional. A la mayoría nos asusta y nos hace sentir incómodos la idea de realizar un trabajo profundo de sanación emocional. Nos da miedo volver a sacar a la luz cosas dolorosas antiguas, que quizás, pudieran abrumarnos. Nos preguntamos de qué sirve centrarse en cuestiones emocionales no resueltas y en sentimientos incómodos. No nos damos cuenta de que la sanación emocional eficaz nos liberará, en realidad, de arrastrar ese dolor durante el resto de nuestras vidas.
Vivimos en una cultura que tiene una comprensión sorprendentemente limitada de las emociones y que no valora gran cosa el plano de los sentimientos. En realidad a casi todos nos enseñan, ya sea directamente o con sutileza, que debemos temer nuestras emociones, que los sentimientos son imprevisibles, irracionales, peligrosos, y que debemos intentar mantenerlos firmemente controlados. Hemos aprendido, en mayor o menor grado, a ocultar y negar nuestros sentimientos, incluso ante nosotros mismos. Hemos aprendido a enterrar muy hondo la mayor parte de nuestros sentimientos y a no enseñar al mundo más que lo que parece seguro, que suele ser una parte reducida de nuestra naturaleza emocional.
Podemos haber recibido muchos mensajes en la infancia, como “no hay motivos para sentirse así”, o “no te emociones tanto”, o el clásico “los niños (o las niñas) mayores no lloran”. Hace poco tiempo, un amigo mío adulto me contaba la muerte de su padre y me dijo que su madre le había advertido que no debía llorar en el funeral, porque “parecería una señal de debilidad” Las actitudes que nos han enseñado están arraigadas muy profundamente en nuestro psiquismo. En esta anécdota se advierte el legado de sentimientos reprimidos que recibió la madre de mi amigo, que se los transmitió a su vez a su hijo.
En general, nos enseñan a no sentir con demasiada intensidad ninguna emoción, ni siquiera el amor o la alegría, porque necesitamos mantenernos fríos y controlados. Nos enseñan, sobre todo, a no sentir ni reconocer las emociones supuestamente negativas, como el miedo, la tristeza, el dolor, la ira o la desesperación. Si bien la mayoría de nosotros hemos aprendido a reprimir nuestros sentimientos, algunos tenemos el problema opuesto: nuestras emociones nos abruman con demasiada facilidad y nos cuesta trabajo mantener un equilibrio emocional. Solemos llevar encima las emociones reprimidas de otras personas y sentimos, y expresamos los sentimientos de todos los demás, además de los nuestros. Hay otras personas que están atascadas en una emoción determinada y que reaccionan constantemente a partir de ella. Puede tratarse de la ira, o tal vez del miedo. Todos éstos son síntomas de la existencia de desequilibrios emocionales que necesitan sanarse.
Desgraciadamente, muchas filosofías espirituales tradicionales y muchos sistemas de creencias de la Nueva Era refuerzan la tendencia a reprimir determinadas emociones animándonos a que nos situemos por encima de ellas o que intentemos centrarnos en sentimientos supuestamente negativos. Por desgracia, no suelen explicar exactamente a sus alumnos cómo debían realizar esta “suelta”., con lo que éstos se quedan sin rumbo y se preguntan cómo es que no pueden hacer desaparecer todos sus sentimientos negativos por arte de magia. En los casos en que se recomienda un método, éste viene a consistir normalmente en dejar de lado ese sentimiento, sencillamente, y en concentrarse en una experiencia o en un sentimiento positivo. O bien, se recomienda al alumno que se identifique y que desarrolle únicamente el aspecto espiritual de su ser, que se considera que es el “ser verdadero”, y que vea en la personalidad, con todas sus emociones y sentimientos, el “ser falso” o el ego que hay que superar.
Estos planteamientos no son más que la negación tradicional de siempre, recubierta de un disfraz atractivo. La negación emocional es peligrosa y destructiva para el psiquismo humano, porque intentamos rechazar y eliminar una parte integral e importante de nosotros mismos. En último extremo, no puede dar resultado nunca. ¿Cómo vamos a librarnos de una parte esencial de lo que somos? También nos provoca un conflicto intenso con nosotros mismos: la parte de nosotros que cree que no debemos tener esos sentimientos lucha contra la parte de nosotros que tiene, en efecto, esos sentimientos. La verdad es que no podemos negar, controlar ni intentar cambiar nuestros sentimientos de este modo sin llegar a provocarnos mayores daños emocionales a nosotros mismos.
Todas nuestras emociones son importantes
Nuestros sentimientos son una parte profunda e importante de nuestras vidas y debemos respetarlos y acatarlos. Ninguna de nuestras emociones es mala ni negativa por sí misma. Decimos que las cosas son negativas porque no las entendemos y, por lo tanto, las tememos. Las emociones son un aspecto significativo de nuestra vivencia humana,, y todas existen por algún motivo. En lugar de rechazarlas o de evitarlas, debemos descubrir el don que no aporta cada una de ellas. Son mensajes que recibimos, que nos hacen saber que hay algo a lo que debemos prestar atención. Si estás triste, ese sentimiento puede estar revelando que necesitas algo. Si acatas ese sentimiento y te preguntas a qué se refiere, podrá orientarte para que seas consciente de tu necesidad. La tristeza puede esta haciéndote saber que ha llegado el momento de permitirte a ti mismo lamentarte por la pérdida de algo o de alguien. Las lágrimas son el río de la vida que se lleva lo viejo para dejar sitio para algo nuevo. Un antiguo proverbio dice: “Por cada lágrima que derramas ganas un día de vida”. La ira puede ser nuestra protección cuando nos sentimos dolidos o asustados. La ira puede ser también un medio para volver a exigir nuestro poder si hemos renunciado a él o se lo hemos entregado a otros. Bien manejada, puede ayudarnos a aprender a hacernos valer, a decir nuestra verdad y a defender nuestras fronteras.
Naturalmente, todos sabemos que la ira puede ser a veces dañina y destructiva; por eso la tememos tanto muchos de nosotros. Pero la ira suele presentarse de una manera dañina por uno de los dos motivos siguientes: 1) Porque ha sido contenida y reprimida durante tanto tiempo que al fin (o periódicamente) sale a relucir de una manera explosiva y violenta. 2) Porque suelen utilizarla algunas personas para cubrir y ocultas sus sentimientos más profundos y más vulnerables, como el miedo, la tristeza o el dolor. Afortunadamente, es posible sanar estas pautas y aprender a expresar la ira de modos limpios, claros, adecuados y no dañinos. El miedo es una emoción de la que intentan librarse muchas personas, o al menos ocultarla. Pero el miedo tiene una función importante: nos advierte de que algo puede ser peligroso o difícil, con lo cual le prestamos atención, avaluamos la situación y elegimos la reacción adecuada. Si eliminásemos por completo el miedo, haríamos muchas cosas peligrosas, probablemente fatales. Es verdad que a algunas personas el miedo las abruma o las domina; la solución consiste en no eliminar el miedo por completo, sino situarlo en un nivel de equilibrio adecuado.
Una idea generalizada en la Nueva Era es que el miedo es lo contrario del amor, por lo cual si queremos vivir el amor debemos dejar el miedo. Yo diría, por el contrario, que lo que tenemos que hacer es amar nuestro miedo, es decir, aprender a aceptar nuestro miedo como aspecto válido de nuestro ser. Cuando podamos aceptarnos de verdad con todas nuestras emociones y sentimientos, podremos vivir el amor verdadero e incondicional hacia nosotros mismos, lo que nos permite sentir compasión y amor hacia los demás. Cuando dejamos de luchar interiormente contra nosotros mismos, intentando superar determinadas emociones, podemos desarrollar una actitud de auto aceptación pacífica, que nos permite abrirnos a nuestra esencia espiritual e integrarla en nuestra existencia humana. La vida está compuesta de paradojas.
Para poder sentir algo de manera completa debemos ser capaces de vivir la plenitud de su opuesto. Para sentir la fuerza verdadera debemos permitirnos a nosotros mismos reconocer nuestra vulnerabilidad. Para sentir alegría profunda, debemos aceptar nuestra tristeza. Jalil Gibran tiene unas palabras maravillosas en su libro “El profeta” que dicen: “cuanto más hondo es el agujero que excava la tristeza en tu ser, más alegría puedes contener.”
Nuestras emociones son como el tiempo meteorológico, que siempre está cambiando; y, como sucede con el tiempo, es inútil intentar controlar nuestros sentimientos. En vez de ello, podemos aprender a apreciar todos nuestros estados de ánimo y todas nuestras emociones diversas. Así como podemos disfrutar, de maneras diferentes, de un día de sol y de un día de tormenta, podemos aprender a encontrar la belleza en la alegría y en la tristeza. Nuestras emociones son lo que sentimos cuando la fuerza vital nos recorre. Cuando no vivimos plenamente nuestros sentimientos y no les permitimos que nos recorran de una manera natural, la energía vital de estos sentimientos se queda alojada en nuestros cuerpos. Esto provoca muchos problemas a todos los niveles: emocional, mental, espiritual y físico. En mi experiencia de trabajo con miles de personas, he descubierto que las emociones bloqueadas son una causa primaria o un factor que influye en muchas o en la mayoría de las enfermedades físicas. De modo que la sanación emocional puede ser una parte importante de la sanación física. La aceptación de nuestras emociones nos permite sentirlas. Aprender a comunicarlas de manera constructiva y apropiada les permite recorrernos con facilidad y con naturalidad. Así puede pasar por nuestros cuerpos físicos el flujo libre de la fuerza vital, que nos aporta sanación emocional y física.
Represión de sentimientos= energía bloqueada= enfermedades emocionales y físicas. Vivir los sentimientos= flujo libre de energía= salud y bienestar emocional y físico.
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